Texto escrito por: Jean Paul Lozano Reina Maestro socio-naturales
Cada día, como estudiante de la facultad de educación varios años atrás y ahora como padre de familia, leía, debatía y sustentaba una percepción que daba vueltas en mi cabeza sobre la “crisis en la educación”. Y pongo entre comillas “crisis en la educación” porque desde la primaria identifiqué la desintegración del conocimiento: en bachillerato la desarticulación entre los contenidos y el contexto; en la universidad, se veía como un río sinfín de problemáticas en torno a los procesos que los individuos requieren para su desarrollo integral, y como padre no encontraba la educación que contempla el amor como parte importante del desarrollo del ser humano.
Expulsado del colegio tradicional cuando era niño y auto-exiliado de la educación tradicional de maestro, renuncié a la posibilidad de generar cambios reales en lo que Zygmunt Bauman denomina la “Modernidad Líquida” (Bauman, 2003). A groso modo, la modernidad actual es “voluble», ya que los líquidos no conservan su forma por mucho tiempo, nos atrapa en relaciones frugales, compromisos frágiles y consumo sin límites. Todo es breve, caduco, descartable y sin apegos. Nada perdura, el espectro de lo superfluo acecha. En la base de las elecciones que hacemos frente a un sinfín de opciones, se asienta el miedo de no saber si lo que parece fiable hoy, podría no serlo mañana” (Macías, 2019). La sensación que causa este sistema, es el miedo que acompaña a los seres humanos contemporáneos de convertirse en objetos desechados en cada una de sus esferas sociales. Ante la frustración me preguntaba desorientado: ¿Están las instituciones educativas realmente educando a los niños y niñas para retos reales? ¿Para qué los educan? ¿Cuál es el fin de la educación en nuestros tiempos líquidos? ¿Cómo afrontar los retos líquidos en mi rol de padre?
Inquietos por la búsqueda de colegio para nuestra familia, mi esposa y yo escuchamos la propuesta de FACE Tenjo. Busqué hasta el cansancio videos, información, publicaciones o algo que diera las bases de compresión ante este coherente contexto escolar; claro está, desde nuestra perspectiva como padre y madre de familia. Ver cada uno de sus integrantes en aquellos videos me causó impacto, escuchar las reflexiones que hacían en relación al desarrollo personal y de cómo la educación no impone, sino que consensa el devenir de la misma… ¡Era como una utopía! Afirmaciones como “el amor se vive, se siente, se expresa y se aprende”; que “aprendemos a amar, amando y siendo amados” (Pellegrino, 2018) todo desde nuestra propia experiencia, me permitía seguir creyendo en un mundo mejor.
Toda una suerte de sincronicidades me permiten inscribir a mis hijas y formar parte del grupo de docentes, que permiten a este espacio tener las condiciones físicas y pedagógicas, en donde se puede corroborar la pertinencia de esta propuesta educativa, porque los lenguajes no compiten en cuál es más importante y los conocimientos no son desintegrados de la realidad. Intenta ser una educación holística; donde los contenidos no son descontextualizados, sino que intenta trabajar en procesos de pensamientos de acuerdo a cada uno de los estudiantes, porque cada uno de ellos tiene un proceso totalmente diferente de manera colectiva e individual. Los elementos a “evaluar”, si al proceso de “evaluación” se puede llamar así, giran en torno a los procesos humanos en emociones, voluntad, accionar social pensamiento, siempre buscado en los estudiantes el equilibrio en estos aspectos (Pellegrino, 2018). Hoy, de nuevo, creo en los cambios, en la educación y en un mundo más humano, pero sobre todo un mundo real, perfecto por su imperfección.
Bibliografía
- Bauman, Z. 1999, 2003. Modernidad Líquida. Buenos Aires. Fondo de Cultura Económica.
- Macias, G. 2019. Educar en un mundo líquido. El Universo. https://www.eluniverso.com/opinion/2019/08/17/nota/7474122/educar-mundo-liquido/
- Pellegrino, M. Botero. C (2018). Educar para el desarrollo personal. FACE