Espero que te encuentres bien, aunque estoy segura de que estás mejor, mejor de lo que creo. Disculpa por tomarme el atrevimiento de tutearte, pero viendo tu constante y extraña fijación por manipular, y no darme chance de controlar mi vida, he decidido tomarme la confianza y hablarte como si fuéramos “comadres de toda la vida”, aunque lo parecemos, pues te la pasas viendo y tomando decisiones por mí y, al final, sabes todo antes que yo. Pero bueno, no te estoy escribiendo para reclamarte por tu presencia, sino para que me ayudes con preguntas existenciales que atormentan mi vida, como son: ¿Cuándo dejamos de usar estos asquerosos tapabocas? o si lograré hacer todo lo que quiero. Aunque dudo que una sola vida alcance, pero, al final, es tu elección.
Supongo que las noticias de todo lo que pasa a diario las sabes con lujo de detalles, entonces no vale la pena desperdiciar la mina de mi lápiz con eso. Aunque, ahora que me doy cuenta, por supuesto que sabes el contenido de esta carta. Y qué fue aquello que me motivó a escribirte… Y si dejamos de esta forma las cosas, me podrías dar a entender que buscabas una parte de mi ocupada vida para que me comunique contigo, y, pues, lo estas logrando. Aunque pensando bien tu falta de comunicación conmigo me sorprende y me da una pizca de alivio e intranquilidad, pues me da a entender que dejé todo en tus manos, pero al mismo tiempo te doy el permiso de hacer lo que quieras, aunque no me gusta, pues al final eres tú dándole vueltas incontables a mi vida, y todo lo que me das me desagrada o estresa. En realidad, la gran mayoría de cosas me gustan, entonces te agradezco.
Ten una feliz tarde.