Tenía 14 años. Mi regalo de cumpleaños había sido un televisor pequeño en el que podía ver todos mis programas favoritos. «Mi bella genio», » Mi Marciano Favorito», » Bonanza», «Tierra de Gigantes»…Eso, y hacer mapas en papel mantequilla y lápices de colores, me encantaba. Pero llegó mi mamá y me dijo que debía acompañar a mi hermana a una fiesta. » TATATATA» Pues si, yo era «chaperona» de mi hermana. Bueno a todas éstas, me arreglé, pero con esa edad no necesitaba tanto arreglo como ahora. Un pantalón y un saquito y quedaba «arreglada». ¿Ahora? preferiría que el espejo del baño lo pudiera voltear, mi cara parece un helado derretido y mis párpados están tapando mis ojos, ya me resulta difícil maquillarme. Bueno y ¿para qué sigo? Salí lo más «pispa» a…acompañar a mi hermana a su fiesta. Las fiestas en esta época tendían a la media luz. El humo de los cigarrillos hacía ver a las personas como si estuvieran en una película de Alfred Hitchcock, en Londres y a las 12 de la noche. Faltaba «Jack el Destripador». Bueno, pues empezó a sonar «Fruko y sus Tesos», no me gustaba bailar. Estaba pensando en las películas que me estaba perdiendo. Llegó el primer «galán». – «Monita, quiere bailar?», Mis manos empezaron a sudar, pobrecito, lo pisé como cinco veces…no me volvió a sacar, lógico. Mi hermana bailaba como un «trompito». Se me acercó un chico con un corte de pelo como el de «Ringo Star». Me invitó a bailar pero resolvió contarme toda su vida, y bueno cuando terminamos de bailar yo ya sabía que a la abuelita le gustaban las mogollas chicharronas. En fin, llegaron por nosotras, salí de esa fiesta como una bala. Entré al carro y me prometí no volver a ser «chaperona». Al otro fín de semana estaba en el mismo plan.¡Qué tiempos! Ahora, bailamos con mi nieta, en la sala de mi casa. Le encanta un bombillo de Navidad que da unos reflejos muy lindos en el suelo. Y nos encanta bailar.
Por: María del Pilar Urrea
Maestra face