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Los contextos escolares y su relación con el pensamiento crítico

Texto escrito por Francisco Córdoba Maestro de lenguaje materno.

Hablar de pensamiento crítico parece entrar en un tema pasado de moda, de este se han hecho muchas investigaciones y a su vez, se ha teorizado. Sin embargo, eso no implica que tales investigaciones y teorías estén afectando el mundo, nuestro mundo, en el que nos desarrollamos. Al contrario, la globalización y el globalismo, y sus medios de homogenización cultural como las plataformas de streaming, las redes sociales y la sobre abundancia o exuberancia de información, demandan la necesidad de sujetos críticos que sepan discernir la información que reciben y que afecta su toma de decisiones, es decir, se necesita que las teorías e investigaciones afecten la vida cotidiana, especialmente, en los colegios, y ahora más con la popularización de la inteligencia artificial. 

En este sentido, reflexionar sobre pensamiento crítico y su relación con las dinámicas que se dan en los contextos (entre estudiantes, profesores y directivas), es fundamental ya que ellas afectan la formación del mismo, ya sea de forma positiva o no, puesto que este no debe ser entendido simplemente como una habilidad que busca desarrollarse  con ejercicios lingüísticos-teóricos en el salón de clase, tales como comprensión de lectura, análisis de textos y ejercicios de argumentación, entre otros, sino también desde una perspectiva práctica, en el sentido de cultivar la conciencia crítica en los estudiantes para que logren transformaciones en su contexto mediato, inmediato y global. En este sentido, las propuestas pedagógicas deben ser pensadas o evaluadas a fin de que sus dinámicas cotidianas permitan el fortalecimiento de la disposición crítica de sus estudiantes y de los demás miembros de la comunidad (maestros, directivas, etc.). Lo que involucra a toda la comunidad educativa a trabajar en un mismo sentido. El pensamiento crítico es definido por Ennis (1989), citado en Águila (2014), como: Un pensamiento reflexivo y razonable que se centra en que la persona pueda decidir qué creer o hacer.     

Pensamiento reflexivo

Este pensamiento es reflexivo, porque analiza resultados, situaciones, del propio sujeto o de otro. Es razonable, porque predomina la razón sobre otras dimensiones de pensamiento. Cuando la persona es capaz de analizar situaciones, información, argumentos, busca la verdad en las cosas y llega a conclusiones razonables en base de criterios y evidencias (p. 62).

Sumado a lo anterior, Marciales (2003) expone el pensamiento crítico desde dos disposiciones: una individual, que evalúa la acción particular y concreta del pensamiento crítico como hecho aislado y fuera del contexto histórico. Otra social, que toma en consideración todas las alternativas y las relaciona con la realidad, “es longitudinal y contempla cada argumento presencial como rasgo de la emergente conciencia histórica de la humanidad” (Marciales, 2003, p. 55).

En este orden de ideas, el pensamiento crítico se relaciona con la realidad de la vida cotidiana, pues es en la cotidianidad que emerge. Por lo tanto, los contextos, como campos de acción, en los cuales los individuos pueden interactuar, dialogar, proponer e interpretar diferentes realidades y actividades cotidianas, son los que posibilitan que el sujeto sea capaz de desarrollar autonomía sobre su pensamiento indagando sobre el contexto donde habita (Giroux, 2003).  Por tanto, es importante considerar el contexto donde se va a fortalecer el pensamiento crítico, es decir, la escuela como una mini sociedad crítica que promueva valores como la empatía, mentalidad abierta, racionalidad y autocrítica (López, 2012).

Al respecto, López (2012) analiza que el pensamiento crítico es mucho más que una habilidad cognitiva; tiene que ver también con la disposición que cada sujeto tiene frente a la tarea de construirlo en términos de: la búsqueda del bienestar, la sensibilidad hacia las creencias, sentimientos, el conocimiento del otro y la manera de enfrentar la vida. Además, de la reflexión teórica, el pensamiento crítico se emplea en la vida práctica, mediante la solución de situaciones cotidianas que exigen la solución de problemas concretos; por tanto, el pensador crítico se debe distinguir por una mente abierta y flexible para considerar diferentes alternativas y opiniones, imparcialidad y honestidad en reconocer sus propios prejuicios (López, 2012). En este sentido, es un ser de conciencia que puede maniobrar situaciones y relaciones. Actividades como pensar, razonar y reflexionar son cuestiones que se ligan a la actividad formal que el sujeto desarrolla en su vida real y que con el pasar del tiempo genera un pensamiento que orienta y puede construir la capacidad crítica dentro de su actividad rutinaria (Jiménez-Rodríguez, Angelini, & Tasso, 2020).

Sin embargo, el desarrollo del pensamiento crítico en la vida cotidiana está mediado por relaciones de poder que pueden afectar o no los procesos sociales y el desarrollo del pensamiento crítico. Una de las razones por las que las relaciones de poder pueden afectar el desarrollo de este pensamiento, es la reducción de la figura del maestro a los procedimientos del poder de la norma de prohibición, lo que permite pensar el poder en términos únicamente negativos (el poder es aquello que dice No) y la oposición a esté será entendida como transgresión (Foucault, 1979).

No obstante, por una parte, tal visión puede ser resultado del ejercicio de poder del maestro por imposición y no por conocimiento. Por otra, la visión que posee el estudiante ante la figura del maestro no necesariamente puede coincidir con la realidad, ya que las características e identidad de los sujetos son el resultado de las relaciones de poder que se han generado en los contextos donde han estado inmersos, es decir, relaciones que han configurado su conducta y su pensamiento (Foucault, 1979). 

De acuerdo con las consideraciones anteriores, el pensamiento crítico, en relación con lo pedagógico, no se traduce solamente en procesos cognitivos, sino que involucra procesos políticos, económicos, culturales y territoriales, que convierten la escuela en un contexto que fortalece o reprime el ejercicio de este, dependiendo de la estructura del sistema educativo (la verticalidad o la horizontalidad del ejercicio educativo). Finalmente, la pedagogía crítica relaciona el pensamiento crítico con la transformación social, lo que demanda un compromiso, para ayudar a diferenciar las necesidades reales de las artificiales de los estudiantes y enunciar la demanda de una nueva ética de la compasión y la solidaridad (MacLaren, 1997).

En este sentido, la figura de maestro que demanda el pensamiento crítico es un profesor mediador, que promueva un ambiente de libertad donde el estudiante pueda descubrir y explorar sus propias creencias, expresar sus sentimientos con libertad y comunicar sus opiniones con seguridad (López, 2012).

También hay una relación directa entre el pensamiento crítico y la formación integral, ya que el ser humano está en continua formación y cambio, tanto a nivel físico como emocional e intelectual. El contexto, para Montoya (2007), contribuye a generar una personalidad que, en el mejor de los casos, va encaminada a mejorar las aptitudes y actitudes, lo que indica que el ser no está terminado, sino que en todo momento está en la capacidad de generar cambios para sí mismo y por sí mismo. En este sentido, el pensador crítico, en su capacidad de cambio o mejoramiento, desarrolla el criterio para tomar decisiones por sí mismo, sin dejarse influenciar por las opiniones de los otros. De igual forma, es capaz de exponer y defender sus creencias e ideas (Montoya, 2007); características necesarias para una formación integral, ya que, en la formación, el estudiante no es un ser paciente sino un agenciador de su proceso formativo, pues el aprendizaje es un proceso evolutivo.

En conclusión

El pensamiento crítico, en relación con lo pedagógico, no se traduce solamente en procesos cognitivos, sino que involucra procesos políticos, económicos, culturales y territoriales, que convierten la escuela en un contexto que fortalece o reprime el ejercicio de este dependiendo de la estructura del sistema educativo (la verticalidad o la horizontalidad del ejercicio educativo). Finalmente, la pedagogía crítica relaciona el pensamiento crítico con la transformación social, lo que demanda un compromiso, para ayudar a diferenciar las necesidades reales de las artificiales de los estudiantes y enunciar la demanda de una nueva ética de la compasión y la solidaridad (MacLaren, 1997).


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