Conocemos el arte como una forma de expresión desde que somos niños. Con papel y lápices creábamos mundos inexplorados, soles violetas y mares amarillos con una escarcha brillante que, a veces, parecía quedarse impregnada en nuestro cuerpo por el resto de la vida.
Por: Tatiana Polania, Maestra de Artes.
Pintábamos con las manos girasoles negros y rediseñábamos casas imposibles de mundos inexistentes. Pero, en el camino, muchos empezaron a concebir el arte como un lenguaje ajeno, cohibiéndose del ser libre que susurraba la magia en idiomas incomprendidos. Y bajo indicaciones precisas, los mundos inexplorados se desmoronaban cuando nos decían que el sol es amarillo y el mar azul, y que las reglas deben ser la prioridad en un mundo creativo. Muchos, en este recorrido, perdieron la esencia de manifestarse desde la expresión artística, pues la educación tradicional encasilló el arte como manualidades a merced de la creatividad, y los mundos imaginarios a merced de la realidad colectiva. Pero ahora me encuentro en f a c e, después de una vida dedicada al arte, en una época distinta, construyendo mundos inexplorados y resignificando el arte.
¿Podemos definir qué es arte?
El arte no es una palabra cualquiera y su significado no es fácil de definir. Etimológicamente, la palabra arte proviene del latín “ars”, que se utilizaba para designar los saberes adquiridos a través de la práctica. Sin embargo, su etimología se queda corta en cuanto a significado, dado que la historia nos ha demostrado que el arte puede ir más allá de la práctica y mostrarnos su lado más sensible a través de múltiples lenguajes.
Si indagamos en su epistemología, veremos que no hay una única definición, sino que se explora desde diversos parámetros sin quedarnos con un solo significado. También podría otorgarle una definición desde mi experiencia como artista y docente, y decir con certeza que el arte es una expresión del alma, un eco de las emociones que nos exige el cuerpo exteriorizar. Sin embargo, para muchos dentro de mi contexto actual, esta concepción puede no entenderse ni vivirse de la misma manera, ni encontraríamos esta definición exacta dentro del contexto de grandes eruditos.
Como se ha sugerido anteriormente, el arte ha tenido múltiples interpretaciones a lo largo de la historia, y desde el entendimiento de muchos, podría pensarse que el arte es, al mismo tiempo, el todo y la nada, una palabra que se resignifica con cada época, con cada contexto y con lo que el ser humano ha querido hacer de ella para manifestarse desde su sentir, gritando al mundo lo que la expresión dicte, alzando la voz que manifieste el espíritu. Por ello se considera imprescindible en el desarrollo del ser humano, pues más allá de aprender su significado real, de conocer diversas técnicas y enfocarnos, con el paso del tiempo, en imágenes “bellas” y armónicas, es claro que el arte ha estado al servicio del ser humano para observarnos como entes históricos, como seres pensantes y sintientes.
Entonces, ¿Qué es arte?
María Acaso, profesora e investigadora española, define la educación artística en la actualidad como “niños observando, no niños pintando”, destacando que observarnos es esencial para la sociedad que estamos construyendo, desde la empatía que debe renacer del individualismo al que la sociedad actual intenta someternos.
El arte, entonces, en esta nueva era, está a disposición para que los niños observen su entorno, el planeta que los acoge, las historias que los transforman, y construyan su mundo desde el poder analítico de sus mentes y la creatividad genuina que albergan en ellos. Es aquí donde, juntos, construimos el punto de partida en este maravilloso lenguaje, que busca una guía para observarnos, más allá de enseñar grandes técnicas tradicionales y analizar comportamientos cuando se trata de hacer arte. Aquí lo que importa es el goce de la práctica y el deleite del proceso, que les permite palpar su presente y conectar con su “ahora” y manifestar, a través del arte, su máxima expresión del mundo que los abriga.
Un mural que nos construye
Ese goce del proceso lo hemos vivido en la construcción del mural que estamos realizando, dirigidos desde el lenguaje artístico, en los baños del colegio. En él se ha demostrado el talento innato de todos los niños, niñas y adolescentes conectados con esta práctica, explorando las relaciones interpersonales para tomar decisiones sobre lo que se está desarrollando.
La temática fue el cuidado del medio ambiente, dando cabida a todo tipo de imágenes relacionadas con la naturaleza y nuestro entorno, cuestionándonos sobre los cuidados del planeta y lo que es relevante en torno a este tema. En este proceso, se evidenció el papel del arte como una herramienta que desvela el alma y nos permite brillar en nuestra más auténtica expresión, enseñándonos quiénes somos y dónde estamos.
Puedo asegurar que, a lo largo de este proceso, ha habido risas, disgustos, errores, manchas de pintura en la ropa, rostros pintados y manitas inquietas que han regado pintura por doquier. Sé que ha habido desacuerdos y momentos no tan agradables, pero puedo asegurarles que la felicidad ha sido una constante. La creatividad y el desarrollo de la empatía han surgido desde el hacer, y mágicamente, el colegio se ha conectado para transformarnos desde el sentido de pertenencia, resguardando valores que solo el arte podría brindarnos, sin decir mucho, y llevándonos a otros mundos donde la empatía parece reinar y la felicidad nos cautiva. Para mí, esa es la mejor definición de arte.