Podemos decir que el arte es la manifestación del alma; el arte, desde todos sus matices —que incluyen el cuerpo, la música y el hacer manual—, es expresión de un sentir que nos lleva a crecer en el desarrollo personal y que permea todos los espacios de nuestro actuar. En f a c e, estas emociones se desbordan y evidencian la empatía como un motor que mueve los corazones de quienes habitamos el colegio, dejándonos una sensación en el pecho de satisfacción en el proceso de entendernos desde nuestras diferencias.
Por: Santiago Lozano, Maestro de matemáticas y Tatiana Polania Maestra de artes.
Por ello, quisimos encontrarnos en otros espacios y llevar ese motor que nos une a diversos escenarios. En estos días, donde muchas veces las edades parecen separarnos, vivir un espacio de encuentro entre adolescentes y personas mayores fue un verdadero regalo. Fue una jornada para compartir, escucharse, acompañarse y, también, para reír, crear y cantar juntos.
Durante la actividad, los jóvenes del grupo Homero se encontraron con personas de la tercera edad. Fuimos a una casa gerontológica llamada Recreando-vida para realizar actividades desde las manualidades, la actividad física, el canto y la magia. Aunque al principio algunos no sabían bien qué esperar, muy pronto el ambiente se llenó de confianza y alegría
En las manualidades, las manos se pusieron en acción… y también las historias. Mientras se dibujaba o se pintaba, aparecieron recuerdos, saberes antiguos y conversaciones espontáneas que conectaron el pasado con el presente. Maisa, Juana, Esteban, Santiago, Tomás, Gabriel, Samuel y Pablo escuchaban con atención cómo se hacían antes las cosas, y las personas mayores se sorprendían con la creatividad y la empatía de los más jóvenes.
La actividad física fue tranquila, pensada para el ritmo de quienes ya han recorrido un largo camino. Lo más bonito fue ver cómo se acompañaban entre generaciones, cuidándose unos a otros sin que nadie lo pidiera. Un gesto, una mano extendida o una palabra suave bastaban para sostenerse en el movimiento, mientras dejaban que la intuición llenara el espacio y diera lugar a momentos memorables, nacidos de lo que el amor dictaba.
Y, al final, el canto y la magia: esa fuerza que une sin necesidad de muchas explicaciones. Al entonar canciones conocidas por unos y nuevas para otros, se vivió una conexión especial. La alegría, las miradas cómplices y hasta algo de nostalgia mostraban que allí estaba ocurriendo algo valioso entre generaciones, unidas por el valor de la compañía y la empatía resonante del espacio. Todo ello culminó con un acto de magia, a cargo de Esteban, que involucró a todos los visitantes en este sentir colectivo.
Este encuentro nos recordó que, cuando las generaciones se reúnen desde el respeto y la escucha, se crea un espacio donde todos tienen algo para dar y algo para recibir. No se trató solo de una actividad, sino de un momento que deja huella. Además de dar a conocer que, en f a c e, estamos en plena disposición de interactuar con el mundo que nos rodea, con la finalidad de mostrar lo que esta filosofía es capaz de aportar desde el amor, la base que nos caracteriza.
Porque, al final, más allá de las edades, lo que nos une es el deseo de compartir, de ser parte, de sentir que contamos para alguien más y que estamos aquí para vivir en sociedad y respetarnos desde nuestras diferencias.