Por: Camilo Rey. Docente de Artes
La educación basada en el amor se puede resumir como un proceso centrado en el desarrollo personal, que abarca aspectos como intenciones, creencias, gustos, relaciones y la disposición con la que nos enfrentamos a preguntas sobre nuestra identidad, nuestro ser y la de los demás. Busca constantemente apropiarse, interiorizar y corporizar el conocimiento, promoviendo un sentido de pertenencia en la construcción de su ser.
Sin embargo, un modelo pedagógico que adopta este enfoque surge en respuesta a una dinámica en las relaciones humanas basada en el poder y el miedo. La educación oficial, denominada a menudo como educación tradicional, se basa en una desigualdad evidente: el maestro se considera el sabio, el poseedor del conocimiento, mientras que el estudiante se ve como el ignorante, alguien que carece de ese conocimiento. La aparente distancia entre estos roles se utiliza para construir el edificio del conocimiento al que accedemos a través de contribuciones económicas, culturales y simbólicas que permiten interactuar con otras personas que tienen el conocimiento para obtener la certificación que, valida nuestras habilidades, reconocimiento y el valor que nos definen de forma personal, para contrarrestar el miedo de no ser, de no saber, de no tener.
El miedo, por lo tanto, aparece para presionar la voluntad de saber, como una herramienta para mantener el control y la coacción entre estudiantes, sin importar edades, condiciones económicas o personales. La herramienta del miedo de forma efectiva puede incidir de varias formas, ya que es capaz de inhibir procesos de pensamiento cuando los estudiantes tienen miedo de cometer errores o de ser castigados por respuestas incorrectas, lo que los hace pasivos y reticentes a participar activamente en su construcción personal. También, alimenta personas inseguras de contribuir, pues se fundamentan como conformistas que simplemente siguen las normas y expectativas impuestas por las autoridades, en lugar de desarrollar habilidades críticas y pensamiento independiente, y no aún, el miedo es capaz de carcomer la promoción de valores éticos y democráticos, puesto que se basa en el control y la coerción en lugar de la comprensión y el razonamiento moral que pueda empatizar con los demás.
Nada es más aterrador que no tener algo seguro del futuro, no tener una carrera con una serie de conocimientos, que den una buena posición social, una casa, un carro, una familia y el edificio del saber, es capaz de prometer, aunque no siempre cumpla. Sin embargo, es a partir del miedo, que de forma oficial se desarrolla la construcción humana de una sociedad cada vez más productiva, cada vez menos personal.
Cuando se basa una educación en el amor, es precisamente para enfrentarse al miedo, ya que uno no estudia para ser, sino que es, y lo mejoramos a través del conocimiento para poder comprender diferentes visiones de mundo, diferentes maneras de relacionarse con él y, por último, diferentes maneras de vivir en él siendo conscientes de una diferencia fundamental, en la que nadie es igual, pero podemos imaginar la relación entre mundos distintos e imposibles.
Construir un modelo pedagógico que se basa en el amor, es por lo tanto la construcción de un contexto, una disposición en la que se vuelve una experiencia pedagógica compartir con los demás y concederse el espacio que cada individuo merece y de aquella forma, abrir la posibilidad de ser sin miedo a ofrecer las opciones para poder vivir conmigo mismo y con los demás.
Comentarios
2 respuestas a «El miedo a la inmensidad posible de ser»
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