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La inclusión en face: Un camino amoroso hacia el otro 

En face, la inclusión no es un tema anexo al proyecto educativo. Es el corazón mismo del colegio. Pero aquí no hablamos de inclusión como una categoría que agrupa únicamente a quienes tienen necesidades educativas especiales o discapacidades. Aquí, la inclusión se vive y se enseña desde el reconocimiento profundo de la diferencia como esencia del ser.

Por: Camila Rocha, Maestra de Ingles

Cada estudiante es comprendido como único, con una forma particular de sentir, de aprender, de estar en el mundo. Esa diferencia, lejos de ser una barrera, se convierte en el punto de encuentro. Y ese punto de encuentro incluye también el reconocimiento de que vivimos en sociedad, y que, aunque seamos distintos, compartimos un mismo espacio con normas, acuerdos y límites que no pueden ser pasados por alto por la diferencia. Al contrario: nuestras diferencias nos invitan a construir desde el respeto mutuo, el acuerdo compartido y el establecimiento de límites claros para la convivencia. Porque eso también es educar para la paz.

Educar desde el amor, con amor y para el amor

FACE es un colegio que se basa en la filosofía del amor. Pero no en un amor ingenuo o permisivo, sino en un amor exigente, que implica compromiso, acompañamiento y construcción conjunta. Un amor que escucha, que pregunta, que acoge, pero que también guía, exige, pone límites y se transforma todos los días en una herramienta para enseñar a convivir.

El acompañamiento a cada estudiante se hace desde su necesidad, desde su momento, desde su emoción, desde su historia y desde su plan de trabajo, un recorrido que se construye con base en sus intereses y que da forma al aprendizaje. Este no es un colegio donde el adulto impone un único camino: aquí, el niño o niña es el centro, y alrededor de él gira el acompañamiento de su familia y sus profesores.

El triángulo amoroso: familia, colegio y estudiante

En lugar de observadores o sanciones, en FACE se tejen acuerdos. Cuando un conflicto aparece, no se responde con firmas ni anotaciones, sino con diálogo, con espacios de reflexión donde participan el estudiante, su familia y sus maestros. Esta relación de acompañamiento se llama triángulo amoroso, y es uno de los pilares de la convivencia escolar en face.

A veces, la reflexión ocurre en el colegio, con estrategias individuales o grupales. Otras veces, el proceso continúa en casa, con una actividad pensada para profundizar en lo vivido. Lo importante es que no se deja pasar, no se ignora: se mira de frente, se conversa y se aprende. La empatía no se enseña con una lección, se construye a través del vínculo diario.

Aprender a convivir: un proceso compartido

Entenderse entre niños que tienen formas distintas de ver el mundo, de ser criados, de expresar sus emociones, no es tarea sencilla. Pero en face, ese proceso se acompaña desde el primer día. Se propicia el diálogo entre pares, se abren espacios donde los niños se escuchan, se preguntan, se dan tiempo. Y en medio de todo eso, encuentran formas de acompañarse, de cuidarse, de ponerse límites con afecto, de reconstruir cuando hay ruptura.

Las amistades que se tejen en face no son casuales ni superficiales. Son vínculos que perduran en el tiempo, porque han sido construidos desde la diferencia, desde la aceptación real, sin juicios. Aquí se aprende a querer al otro como es, sin que eso signifique renunciar a uno mismo.

Las cinco etapas: un camino hacia el otro

El recorrido por las cinco etapas de aprendizaje en face (¿Quién soy yo y quién es el otro y lo otro?, ¿Cómo soy yo, cómo es el otro y lo otro?, ¿De dónde vengo yo, el otro y lo otro?, ¿Dónde estoy yo, dónde está el otro y lo otro?, ¿Hacía dónde voy yo, el otro y lo otro?) no solo permite que el estudiante se conozca a sí mismo, sino que también le da herramientas para conocer al otro, comprenderlo y relacionarse con él desde la empatía y la comprensión profunda.

Estas etapas no son un currículo que se impone, sino una estructura que acompaña el proceso de descubrimiento del ser, su relación con el entorno y su capacidad de transformarlo.

Ritmos, intereses y el despertar de la curiosidad

Face no organiza a sus estudiantes por niveles académicos ni grados escolares. Aquí, los niños y niñas comparten espacios por edad, porque la convivencia entre pares les permite crecer con otros que están en momentos similares de vida. Esta decisión pedagógica responde a la convicción de que el conocimiento no es una carrera, y que cada estudiante tiene un ritmo distinto que debe ser respetado.

Se aprende desde el interés, desde el gusto, desde el asombro. Y también desde los dirigidos, espacios más estructurados que no buscan imponer contenidos, sino despertar nuevas inquietudes y ofrecer pinceladas de mundo que amplíen la mirada del estudiante.

La inclusión como construcción diaria

Según la UNESCO, la inclusión es “un proceso de identificación y respuesta a la diversidad de las necesidades de todos los alumnos a través de la mayor participación en el aprendizaje, las culturas y las comunidades, y la reducción de la exclusión en la educación”. En face, esta inclusión se traduce en algo tangible: una comunidad que no busca que todos encajen en un molde, sino que acompaña a cada uno en su proceso, su ritmo y su forma de ser.

Incluir no es solo aceptar al que se ve diferente. Es aceptar al que está al lado. Es reconocer que todos, absolutamente todos, somos distintos. Y que esa diferencia no es una amenaza, sino una oportunidad para construir una comunidad educativa más empática, más humana y más justa. Una comunidad que, a través de su cotidianidad, aporta activamente a la construcción de paz en el país.

El día a día como escenario de inclusión

Face es un proyecto de inclusión, que no se vive como una teoría, sino como una práctica. Está en la forma como se organiza el colegio, en cómo se acompañan los conflictos, en cómo se escucha a los niños, en cómo se involucra a las familias, en cómo se permite ser y en cómo se construye juntos.

Aquí, cada palabra, cada gesto, cada silencio y cada mirada forma parte de una pedagogía que se vive, se siente y se piensa. Porque face es, ante todo, una comunidad que ama, que respeta, que acompaña. Una comunidad que cree que cada niño es valioso tal como es, y que merece crecer en un lugar donde pueda florecer sin dejar de lado al otro.


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